URBOSA X ZELDA (ADAPTACIÓN LITERARIA DEL MANGA "LITTLE BIRD'S BATH" DE WINTON KIDD.)


Autora: Bárbara Usó. 

Tiempo estimado de lectura: 1h 10min.

Gmail: barbarauh1998@gmail.com 

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Habían pasado muchas batallas que aún no habían dado a su fin y que a posteriores días continuarían y darían comienzo muchas otras, mas el rey Rhoam aprovechó una valiosa tregua que las hordas de monstruos habían dado para celebrar la ceremonia de los elegidos aprovechando que el caballero portador de la espada destructora del mal ya había hecho acto de presencia para al fin envestirlo junto a los cuatro campeones con las túnicas azul celeste que portarían orgullosos cuando debieran enfrentar el cataclismo de Ganon. El nombramiento había finalizado hace escasa una hora y el esparcimiento y júbilo que se vivían en el castillo de Hyrule eran absolutos, y más teniendo en cuenta que todos y cada uno de los soldados al servicio del reino tenían el día libre así como todos los ciudadanos de cualesquiera de las clases sociales que habitasen en toda la geografía... Hasta la mismísima princesa había recibido el permiso de su padre el rey para interrumpir su meditación por un día. Las felicitaciones, los regalos, los hurras y los halagos no dejaban de llover sobre los elegidos. Mipha con su característica bondad lo recibía todo con gran agradecimiento, pero ya comenzaba a sentirse algo incómoda ya que su modestia le impedía disfrutar de tanto agasajo, así que puso como excusa a su padre, el rey zora, para partir de inmediato a sus dominios, mas su justificación era más que válida: "mi pueblo también merece celebrar en intimidad junto a su monarca. No quiero ser desagradecida con mi gente". No hizo falta escudarse en nada más para comenzar las despedidas y ser por fin libre.

Revali por su parte no fue tan cortés. Dijo así: "yo me piro, tengo más gente que desea adorarme".

Daruk el bonachón, mientras hablaba de los beneficios de consumir rocodillos poco hechos y tras varias invitaciones fallidas para llevar a hylianos corrientes a la montaña de la muerte a probarlos dijo: "creo que este viejo Goron ya ha tenido suficiente fiesta por hoy. Me voy para casa ¡me empiezan a rugir las tripas de tanto hablar de comida! Ja, ja, ja..."

Zelda despidió personalmente a sus tres amigos preguntándose si Link se marcharía como el resto para dejarla un rato en paz y si Urbosa se quedaría con ella un poco más.

U: No me iré hasta que vos no os queráis retirar o me lo ordeneis.

Z: Urbosa... Esta celebración requiere mi presencia. Hasta que mi padre bien entrada a la noche no me ordene ir a mis aposentos, deberé mantenerme aquí.

U: Queda claro entonces hasta cuando me quedaré, mi pequeña ave.

Z: Eso me sabría fatal. Además tan de noche no deberías de ir sola hasta la ciudadela Gerudo... Mandaré A Link que te acompañe, o mejor, ordenaré que se te prepare una habitación para que así...

U: Princesa, -se agacha hasta la altura de su rostro flexionando las rodillas- os preocupáis demasiado. Celebrad este día, sed feliz, y cuando acabe ya veremos.

Z: El problema -se encoge de hombros- es que pese a que no es ni media tarde ya estoy mentalmente exhausta. Además Link no deja de molestarme siendo mi guardaespaldas.

U: Él solo cumple con su deber.

Z: Urbosa, por las diosas, míralo allí como a diez metros observando fijamente lo que hago... ¡me tiene harta! Y no puedo ordenarle que se vaya porque de previo mi padre le ha ordenado que no lo haga.

U: Hmm... Es una verdadera encrucijada, pero se me ocurre una idea para alejaros de él, ya sabéis...

Z: Te sigo, pero en un día como hoy no creo que mi padre me permita irme contigo a Gerudo.

U: ¡Todo es intentarlo! Deberíais probar a ponerle una excusa. Link os seguirá hasta la puerta de la ciudadela pero de ahí no podrá pasar. Además qué mejor día que hoy para celebrar nosotras a solas, pajarillo...

Z: -con gran sonrojo- ¡Shhh, Urbosa! Cualquiera podría oírte y malinterpretarte.

U: -tomando en su mano otro canapé de paté de cangrejo recio- ¡Es imposible que nadie me oiga con este bullicio! -consume de un solo bocado esa pequeña tostada-. ¡Ah! Y ese secreto que tanto guardáis es bien conocido en la ciudadela y no os importa.

Z: -tomando unas láminas asadas de lubina de Hyrule- ¡No compares! Allí "eso" es totalmente normal y tienen prohibido decir nada bajo pena de muerte. -come una a una las crujientes láminas-

U: "Eso" es lo único que os hace sonreír.

Z: No saques el tema de quicio, por favor...

U: ¡Rey Rhoam! -se arrodilla-

El rey Rhoam se hallaba paseando por todas las estancias del castillo para recibir el aprecio de nobles y plebeyos mientras que en sus semblante se empezaba también a ver el cansancio. Con mirada recia, a paso lento y decisivo se aproxima a la arrodillada matriarca. Observa preocupado a su hija de reojo.

R: Hija mía ¿no estás disfrutando de la celebración? Hay mucha gente preguntando por ti en la sala del trono... Deberías ir a contentarles.

Z: N-no es eso padre, es que estoy...

U: Con permiso, majestad -interrumpe a Zelda con atrevimiento-.

R: Matriarca Gerudo Urbosa, disculpad mis modales al no haberos atendido a la primera. Por favor, poneros en pie, sois una importante amiga de la familia. Aún recuerdo todo el bien que le hicisteis a mi esposa cuando aún seguía en este mundo... Fuisteis su más leal compañera y ahora lo sois de mi hija... En fin, no deseo consumir vuestro tiempo con charlatanería, decidme en pie con total confianza qué deseáis.

U: Es un placer serviros a vos y a vuestra familia, ser la confidente de la princesa siempre ha sido un honor el cual siento fortalecido ahora que soy una de las elegidas. Por ello me gustaría tomarme la libertad de contaros algo que acabo de ver y que me preocupa de vuestra hija, si me lo permitís.

Z: (¿¿¿???)

R: Por supuesto. Acompañadme por aquí y hablemos en privado. Zelda, haz el favor y recibe de una vez a los emisarios de Kakariko.

Mientras el rey y Urbosa marchan a paso lento a otra estancia, la matriarca aprovecha un momento de distracción del Rey para voltearse y guiñar el ojo izquierdo a Zelda. Inmediatamente y sin atender a la respuesta corporal de la princesa, se gira de nuevo y continúa atendiendo las batallitas del monarca. En su caminata y medio abstraída, ella se da cuenta de detalles decorativos presentes en la arquitectura del pasillo que dirigía al habitáculo destinado a las reuniones al que se aproximaban, le resultaba no solo eso fascinante, sino también los incontables recovecos y estancias con las que contaba el castillo, admirando momentáneamente a todo habitante y empleado que allí viviese y a su orientación tan milimétrica para no perderse en esa avalancha de información ubicacional. Arribados a la sala, el rey le abre la puerta y tiende la mano para entrar ella primera, quien le agradece.

R: Bueno Lady Urbosa, soy todo oídos.

U: Con permiso majestad, seré directa con vos, sé que es algo que apreciais... Veréis, he estado todos estos meses acompañando a vuestra hija de solo dieciséis años a sus meditaciones diarias… 

R: Yo a su edad ya era rey. No es una excusa eso.

U: Soy consciente de ello, y no quiero que penséis que lo uso de excusa. Tan solo quiero mostraros, ya que soy yo quien la acompaña, que ella da todo de sí por cumplir con su deber. Muchas veces las aguas de la fuente son gélidas de madrugada y me toca sacarla de adentro por temor a que enferme, lo cual me sorprende que aún no haya ocurrido.

R: No enferma porque está bendecida por las diosas.

U: Absolutamente sí, pero os diré algo. Le habéis dado el día libre y vos mismo os habéis percatado de su infelicidad ¿sabéis por qué? Porque ella es tan responsable que si os ve a vos y a tanta gente observándola se siente culpable por no estar meditando.

R: ¿Cómo es eso posible? ¿Le concedo un día y no lo aprovecha?

U: Ved cómo es vuestra hija. Si vuestra verdadera intención es que descanse, necesitará estar a solas o con poca compañía. Seguro que entendéis lo que os digo, y os juro por el orgullo de mi pueblo que si le concedeís libertad en este medio día que queda, no os arrepentiréis. Y como siempre, os garantizo su plena supervisión.

R: ¿Qué proponéis?...

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Urbosa tras una larga deliberación, sale en busca de Zelda.

U: Princesa, vuestro padre os convoca -aparta descaradamente a las masas-

(?): ¡Oh mirad! ¡Es Lady Urbosa en persona! ¿Me concede un minuto, por favor?

U: En otra ocasión será, caballero. El rey me ha hecho llamar a la princesa y no debo retrasarme.

(?): Lo comprendo... ¡igualmente ha sido un placer verla en esta ceremonia!

U: Se lo agradezco... Princesa, el tiempo apremia.

La matriarca tiende la mano en la dirección donde se halla la sala de reuniones.

Z: ¿Lo has logrado?

U: Yo nunca fracaso en nada.

Rápidamente se personan en la estancia, la cual está únicamente ocupada por el mismísimo rey de Hyrule.

U: Majestad, como ordenasteis, os traigo a la princesa.

R: Zelda. Tras una breve deliberación e decidido que ya mismo partirás a la ciudadela Gerudo a pasar lo que queda de día. Tus criadas están ya preparando tu equipaje. Mañana por la tarde irás a la Fuente del Valor a meditar y a la noche estarás aquí de regreso.

Z: Entendido, padre. Dígame que debo hacer en este viaje diplomático.

R: Hija mía... Mi única hija... Te concedo, ahora sí de verdad, este día para tí. He mandado armar un carruaje para ti y Lady Urbosa. Link os seguirá la pista a caballo y se hospedará en la posta de las afueras de la región. En tu equipaje te dejaré mil rupias para que celebres y te relajes como desees en la ciudadela Gerudo, destino recomendado por Lady Urbosa, quien me ha hablado muy bien de las aguas termales, masajes y comidas típicas. Hija mía... Marcha al carruaje, hoy es tu día. Lady Urbosa, os la encomiendo, cuidad bien de la princesa.

U: Sí majestad, no lo dudéis.

R: Marchad pues.

Z: Padre -se le humedecen los ojos-

R: No me lo agradezcas... Ve.

U: No perdáis el tiempo princesa, haced caso a vuestro padre.

Z: ¡Sí! -no puede evitarlo y se abalanza a abrazarlo-

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Matriarca y princesa saliendo juntas, cierran tras de sí la puerta. Zelda se halla completamente pasmada ante lo acontecido mientras camina a paso decidido dirección a los establos donde su ya preparado carruaje las espera; en su mente no cabe la idea de cómo Urbosa ha logrado convencer al rey. Arde en deseos de ponerse a gritar, a cantar y bailar de alegría, y aún más secretamente desearía abrazar a esa imponente gerudo de más de dos metros que le acompaña, adora la idea de visualizarla rodeando su cuerpo con sus poderosos brazos mientras recuesta su rostro en la parte más baja de sus pechos a la par que acariciando con sus finos dedos cada surco palpable en su zona abdominal, esa que tanto ama recorrer cada vez que tienen un momento de privacidad... Es el secreto que mejor guardan la joven princesa y la inalcanzable matriarca. Después de largo rato caminando en completo silencio y tensión, en alegría y distracción, llegan a su destino.

(?): Princesa, matriarca, por favor, suban con cuidado al carruaje, hoy seré yo vuestro conductor. El rey me ordenó acoplar este carruaje sencillo con ventanas pequeñas para no levantar sospechas en vuestra marcha; espero que no os resulte incómodo. Me he tomado la libertad de acondicionarlo para que dentro de lo modesto, os resulte confortable.

Z: Es estupendo, lo habéis hecho genial ¿cuál es vuestro nombre?

L: Oh -se arrodilla ante tal cercano gesto- mi nombre es Lowrance, alteza. Es un honor presentarme ante vos.

Z: El placer es mío Sir Lowrance. Como caballero espero que nos protejáis bien durante el camino.

L: Por supuesto Alteza, mas el rey encomendó esa tarea a vuestro protector, pero no fallaré a vuestra petición.

Zelda, completamente indignada aunque sabedora de ese detalle, no puede evitar poner los ojos en blanco odiando por unos instantes ser quien es en vez de ser una ciudadana gerudo para ver a Urbosa a diario y así no estar siempre bajo el control visual y mental de tantos hombres... "algún día no muy lejano deberás casarte y engendrar herederos. Da gracias de que te doy libertad de elegir a tu futuro esposo"; es la frase que recuerda a diario por boca de su padre... "desearía ser una desconocida y casarme en Gerudo con quien yo deseo de verdad. Mi padre me da esa libertad, pero no aceptaría mi verdadera aspiración."

En tanta cavilación no se había percatado de que Urbosa, con el carruaje abierto y el conductor posicionado, le invitaba a acceder al interior a ella primero.

L: Todo listo princesa, con vuestro permiso, partimos.

Z: Sí Lowrance, marchemos ya, no te demores ni un minuto más de lo necesario. Y por favor, aligera la marcha siempre que te sea posible, quiero llegar a Gerudo cuanto antes.

L: ¡A sus órdenes Alteza! -comienza a espolear los caballos con la firmeza necesaria para indicarles que vayan a trote rápido-

Link sobre Epona, le sigue la marcha a veinte metros. Mientras tanto en el interior, ambas mujeres comienzan un entretenido diálogo planeando que podrían hacer en la ciudadela para aprovechar al máximo lo que les quedase de tarde y de noche ya que el viaje sería de aproximadamente dos horas. A Zelda se le ocurrían todo tipo de cosas, baños termales, ensalada de fruta electro y sandía gélida, jugar a las cartas con Urbosa en su habitación, admirar de nuevo el casco del trueno, mirar las estrellas, tomar una copa de shiok y shiak a escondidas de su padre... Habían tantas posibilidades y tan poco tiempo...

U: No os preocupéis princesa. Vuestro vestido de meditación lo esconderé bien, y llegado el momento le diremos a Link que ha sido olvidado en el castillo. Entre que va, informa, buscan y regresa será de noche y vuestro padre ordenará que regreseis. Quiero que estés bien pajarillo…

Z: ¡Shhh Urbosa! Vigila las formalidades, no estamos solas. Deja nuestro trato para cuando estemos a solas.

Urbosa deja entrever una sonrisa en sus labios, adora ver como su pequeña ave se pone tan nerviosa, así que besa su frente para calmarla, efecto que no se hace de esperar. Urbosa pese a su gran energía tiene mucho más temple que la princesa, ya sea por experiencia, carácter o edad ya que supera por más de veinte años a Zelda y quizás eso le aporta una seguridad que la más joven no tiene. Sea cual fuere la causa, el efecto es calmado por los besos y caricias de Urbosa, quien aprovechando el movimiento oscilante del carruaje inclina la cabeza de la princesa hasta apoyarla en sus firmes pechos teniéndola así lo suficientemente cerca como para continuar besando su frente, su dorado cabello, sus orejitas respingonas, sus sonrosadas mejillas y sus manos al tiempo que con sus dedos acaricia su pelo, su cuello, sus hombros... Y aprovechando la privacidad y con total delicadeza roza también suavemente sus pechos por debajo de su escotado corpiño porque sabe lo mucho que eso relaja a su alteza.

Z: U... Urbosa, nos pueden ver...

U: -corriendo una pequeña y opaca cortina que tiene el carruaje junto a la ventana, sentencia- "Ya no". De esta forma continúa el viaje hasta Gerudo, el cual por alguna razón se estaba retrasando debido al tráfico que había en el puente de Hylia por la gran celebración. Afortunadamente ningún admirador les interceptó ya que, hasta Link iba de incógnito.

Z: Tengo... ganas de llegar...

U: En breves instantes llegaremos, ya veréis ¿os impacienta algo?

Z: -en voz muy baja, apenas en susurro- Quiero tener un momento a solas contigo -aún tumbada sobre sus pechos, hace lo que llevaba horas deseando, deslizar sus dedos en sentido descendente por sus marcados abdominales-

U: -exhala un suavísimo suspiro-. Nada de un momento, estaré toda la noche a tu servicio, digo, a vuestro servicio, alteza.

Z: Aún recuerdo aquella noche cuando nosotras...

Urbosa le coloca un dedo en los labios en gesto de silencio; sería una osadía comenzar a contar detalles sobre aquella noche en la que por primera vez ambas se hallaron sin saber muy bien cómo, retozando en los aposentos de la matriarca jadeando y nombrándose la una a la otra entre gemidos mientras se prestaban al placer de sus cuerpos femeninos siendo estas protegidas por dos capitanas gerudo que guardaron sus secretos siendo testigos auditivos de todo aquello.

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Z: ¡Mira Urbosa! ¡Ya se ve la ciudadela! Y Link ya hace rato que dejó de seguirnos. Lowrance, ¿queda mucho para llegar al último punto donde te permitan el paso? No te arriesgues a dejarnos demasiado cerca, por favor -dice a través de un ventanuco delantero.-

L: No os preocupéis princesa, con total seguridad en cinco minutos podré dejaros en la entrada de la Ciudadela, vuestro padre me acuñó un escrito que indica que os llevo a vos y a Lady Urbosa.

Z: Eso es un alivio... Gracias por estar en todo Lowrance.

L: Me halagáis alteza. Id preparándoos, en breves llegaremos.

Z: ¡Estupendo! Urbosa ¿tienes todo listo? Ya casi hemos llegado.

U: Sí pajarillo, ya he oído a Sir Lowrance. Cuando lleguemos sacaré del portaequipajes mi cimitarra y mi escudo; no traía nada más conmigo.

Z: Yo en cambio creo que llevo como tres maletas. Mi padre exageró preparándolas. ¿En la ciudadela habrá alguien que nos pueda ayudar con ello?

U: No, pero creedme si os digo que cuando nos vean llegar, no dudarán en acudir a vuestra recepción.

Terminando de ultimar detalles, al fin se detiene el carruaje. Se puede oír a Lowrance bajar de un salto a la arena del desierto Gerudo, abrir el maletero y comenzar a recitar en voz alta mientras abría la cabina en donde ellas se hallaban.

L: Yo, Sir Lowrance de Hatelia, tengo el honor de aceros a todas ustedes, ciudadanas gerudo, la honorable recepción de vuestra matriarca Lady Urbosa y a su alteza la princesa heredera al trono, Zelda.

Ambas mujeres descienden en ese mismo orden y son recibidas entre aplausos y pétalos de flor gélida, y como Urbosa vaticinó, tres ciudadanas fueron sin pensárselo a descargar el equipaje

(?): Sawotta, matriarca. Deje que yo misma lleve el equipaje de la princesa al interior de la Ciudadela ¿ordeno que se le prepare una habitación?

U: Muy agradecida con tu labor. No ordenes la preparación de ninguna habitación, dormirá conmigo.

(?): ¡Como ordene, matriarca!

Z: ¡Urbosa!

La recia matriarca se lleva a sus labios el dedo índice en gesto de silencio. Esta es su tierra, su hogar, su tribu... Aquí manda ella y nadie tiene permitido juzgar sus deseos.

Para sorpresa de ambas la Ciudadela también era puro bullicio y juerga, cosa que querían evitar. Lógicamente Urbosa no podía prohibirlo, al contrario, debía fomentarlo, pero este era su día (casi noche) y no iba a permitir molestias, así que sin perder un minuto localizó a sus dos capitanas de confianza y les hizo saber:

U: Sawotta capitanas.

C: Sawotta matriarca. Buenas noches alteza -ambas bajan las armas y la reverencian-

U: Ya sabréis porque os he hecho llamar. En esta velada estaré con la princesa. Estos son nuestros planes. Estaremos todo el tiempo en palacio, así que lo quiero desalojado y con vosotras de guardia en la entrada como en la anterior visita de la princesa.

C: Sí, matriarca. ¿A qué hora deberemos retirarnos?

U: Al alba podréis ir a descansar y sustituir el turno por cualquier capitana de relevo.

C: Con permiso matriarca, y sin ánimos de ser entrometida... ¿ en esta ocasión solo necesitaréis privacidad y confidencialidad durante la noche?

U: A decir verdad, capitana, y esto es un secreto, la princesa no regresará a su hogar hasta la noche. Necesitaría una guardia completa de veinticuatro horas, pero no sois mis esclavas. No sé que hacer.

C: Matriarca, si me permite una sugerencia quizás encontremos una solución.

U: Soy toda oídos capitana.

C: La habitación está ya a disposición. Quizás su alteza pueda darse un baño de masas en la plaza mientras nosotras en menos de media hora vamos al mercado de las afueras a conseguir dos elixires vigorizantes para aguantar la guardia sin problemas...

U: ¡Esa idea es demasiado buena! ¿Qué le parece a mi pequeña ave?

Z: Es genial salvo por el baño de masas. Estoy muy cansada del viaje.

C: Entonces princesa no dudéis en visitar el local de masajes. Decid que vais de mi parte y os tratarán de lujo. Además los masajes vigorizantes os devolverán las energías y podréis aguantar despierta toda la noche y el día siguiente completo, así no desaprovecháis la estancia aquí.

U: En tal caso yo también iré, no quiero tampoco desaprovechar la ocasión. Capitana, toma esta bolsa de rupias, compra todo lo que necesitéis y repartíos el cambio… Por las molestias y por el favor. 

Z: Gracias por guardar nuestro secreto, capitanas.

C: No tenéis nada que agradecernos princesa, estamos a vuestro servicio. ¿Necesitará vos algo de la tienda?

Z: Oh, en absoluto, no sois mis recaderas.

U: Capitana, si hallas de casualidad en la tienda una flor "princesa de la calma", tráela. Es la favorita de Zelda y me encantaría regalársela. Toma más dinero.

C: ¡A la orden! Y gracias por la paga extra, no le defraudaré. 

Urbosa hace un gesto afirmativo y rápidamente se dispersan las capitanas en dirección al recado. La noche ya había caído y aprovechando que a esa hora toda gerudo estaba en su casa cenando, miró con ternura a la princesa jurándole que ni la estrella más brillante ni la flor más hermosa superarían nunca su belleza. Le juró además que ni la última gota de agua del desierto era tan suculenta como sus labios. Este último halago estremeció a Zelda, quien no tardó en percatarse de que Urbosa estaba de rodillas en el suelo espolsando su largo vestido de la realeza, método solo usado como distracción para en una fracción de segundo estar como ella más deseaba, es decir, rodeada de los fuertes brazos de la gerudo.

Z: U... Urbosa, vas a ensuciarte, ponte en pie.

Cual cachorro sumiso la matriarca se doblega ante la voluntad de su alteza y se va irguiendo despacio sin despegar apenas su cuerpo para poder olfatear cada gota de aroma que desprende el joven cuerpo de Zelda. Que nadie crea que una vez en sus labios llegada decidiese pasar de largo, porque cuán equivocada estaría; la plaza estaba vacía, la luna en cuarto menguante en lo alto, cielo despejado y aroma a clavo y cúrcuma por las calles... Era imposible ignorar ese instinto en tan mágica situación. Y así es lo acontecido. Los labios turquesa de la que demanda colisionan con los sonrosados de la receptora de una forma tan bella que parece una sofisticada danza de cortejo de aves... Pero no pasa de algo superficial, no ahora.

Z: ¿Y si nos han visto?

U: ¿Y si no?¿Y si nos vamos a hacer el masaje?

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(?):Aquí tiene su toalla, alteza. Quítese la ropa, túmbese boca abajo en la cama y toque esta campanilla cuando se sienta cómoda. Yo acudiré al toque y me pondré manos a la obra.

U: Venga pajarillo, no tardes tanto, yo ya estoy lista.

Z: Dame unos minutos, este traje es horrible de quitar.

(?): ¿Le ayudo, alteza?

U: No, ya le ayudo yo. No eres la criada de nadie.

Bajo ese pretexto, Urbosa se dirige rápida por la espalda de Zelda y tras unas caricias en sus hombros y columna le desabrocha uno a uno esa veintena de apretados botones. Todos abiertos, voltea a la princesa para quitarle de una pieza todo su vestido, quedando tan solo en ropa interior; situación que aún no siendo ya extraña para ellas les sigue dejando atónitas. No hace falta ser muy inteligente para hacerse una idea de esa imagen de Urbosa agachada quitando el vestido hasta abajo completamente desnuda mientras su boquiabierta alteza le observa semidesnuda ataviada en reales encajes. ¿Y qué de raro tenía esto para las masajistas? Absolutamente nada, solo dos mujeres prestándose ayuda para disponerse al masaje.

Z: Ya estoy lista, ¡perdón por el retraso!

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Z: Las manos de esas mujeres son prodigiosas ¿verdad Urbosa?

U: Es cierto, esa hora de masaje podría asegurar que ha eliminado el cansancio de más de diez años de trabajo. No siento nada de pesadez en mi cuerpo, solo relajación y energía como para mantenerme despierta toda la noche y día siguiente.

Z: Hemos conseguido exactamente el efecto deseado.

A ambas mujeres y en gesto de amabilidad, se les había sido regaladas por las masajistas unas finas y suaves toallas color crema para que pudiesen pasear tranquilamente por la Ciudadela sin preocuparse por ningún pudor, toalla que ya sea por estilo o por tradición aparentaba venir demasiado corta a ambas.

Z: Urbosa, ¿es normal que sea tan pequeña la toalla? Me da un poco de vergüenza, apenas me cubro la cadera y comienzan a salirse los pechos. ¿No se equivocarían de talla?

U: Oh, mi pequeña ave, te va perfecta, observa como me queda a mí.

En efecto, las toallas eran así, pero no le faltaba razón al afirmar que no dejaban nada a la imaginación, por ende y en plena Ciudadela con las calles de nuevo llenas de gente, Urbosa decide hacer algo muy común y aceptado entre sus gentes... Se desprende de su toalla y la cede a su alteza que con seguridad le cubrirá desde las axilas hasta los muslos, quedando así la matriarca expuesta ante un impasible gentío que no reaccionaba al gesto, porque de hecho, podían contabilizarse al menos una decena de mujeres paseando completamente desnudas mientras muchas otras lo hacían en ropa interior o con telas translúcidas que enloquecerían a cualquier shiak extranjera que gustase de esas panorámicas de la misma forma que Zelda lo gozaba entre pudores y sonrojos, más teniendo a la matriarca a escasos centímetros tal cual las diosas la trajeron al mundo.

U: Mi pequeña ave... Cubre tu cuerpo y caminemos hasta palacio, ya puedo ver a mi pareja de capitanas montando guardia y con un paquete apoyado en la alfombra.

Z: S... s... sí, va... vamos.

U: ¿Qué te pasa pajarillo? Parece que sea tu primera vez aquí -dijo la gerudo plantándose justo delante de ella-

Zelda estaba con la mirada completamente perdida, casi espasmódica. Sus ojos no dejaban de revolotear en el cuerpo de Urbosa, quien no se demoró en tomar en brazos a esa alborotada muchachita para evitar montar ninguna escena... " Su alteza está cansada de caminar y celebrar. Necesita dormir", es la frase que la guerrera se repetía sin cesar en su mente por si alguien le preguntaba por qué cargaba a la princesa en brazos, cosa que no ocurrió aún habiendo subido todas las escaleras del palacio hasta el salón del trono donde aguardaban las capitanas con la bellísima flor que Urbosa les encargó.

U: Cielos... es hermosa ¿verdad, amor mío?

Z: ¡Urbosa!

U: -riendo entre dientes- deja de preocuparte, ellas, aparte de casadas, son de confianza.

Z: ¿Vosotras estáis...?

C: En efecto, princesa. La capitana que tenéis a la izquierda, aparte de mi compañera de armas, es mi esposa.

U: Así es, pajarillo. Cuando yo tenía tu edad, ellas ya estaban prometidas. Ah, aún recuerdo su boda, con toda lanza y espada gerudo cruzadas formando un camino que recorrieron desnudas para al final de él ser proclamadas almas gemelas de nacimiento y proceder a besarse con sus cuerpos pegados mientras una anciana les cubría con una capa carmesí.

Mientras Urbosa describía con todo lujo de detalle aquel enlace... "y recordad aquellas flores gélidas cayendo de los balcones"... Zelda no podía dejar de sentir esa enorme envidia invadiendo su cuerpo una vez más. En ningún pueblo de Hyrule salvo el gerudo podían dos mujeres quedar comprometidas y casarse, por esa razón desearía no ser quien es para así poder abrazar con total naturalidad sus auténticos deseos y quizás dar un paso más allá con quien realmente le quita el aliento con sus besos y el sueño por las noches... Bendice ser quien es porque solo bajo ese pretexto pudo acceder a Urbosa pero maldice su posición… "cumple con tu deber con el reino, lo justo y necesario solamente igual que yo lo hice en su día, a partir de ahí vive lo que quieras" esas fueron las palabras de la matriarca en un día de desespero de Zelda, duras, crudas, pero reales... "prefiero que antes de eso llegue el cataclismo. Mil años seguidos prefiero combatir a Ganon antes de yacer con ningún hombre" replicó en su día Zelda... Pero sabios fueron los consejos y delitos que Urbosa cometió en su día para no pasar por ese aro "no te confundas pajarillo, yo nunca he yacido con ningún shiok, mas sí traje una descendiente que será mi sucesora y que a día de hoy se sigue educando muy lejos de aquí". En su momento Zelda no dejó de cuestionarse cómo eso era posible, pero de hecho así fue, y fue tan sencillo como ofrecerle ochenta y cinco mil rupias y una posición en palacio a una gerudo que quisiese aceptar el trato de subrogar su gestación a favor de la matriarca, contando además con el honor de que algún día esa niña plebeya luciría con orgullo la corona de Urbosa, quien durante todo ese tiempo fingió un embarazo llevando ropa ancha y trapos metidos en unos pantalones para abultar su abdomen. Según la matriarca, esos eran los privilegios de tener cierta posición "deja de poner problemas a cada solución" le decía siempre que se ponía pesimista. Sea como fuere el caso, a Zelda tampoco le terminaba de convencer esa opción; le parecía cruel separar a una hija de su madre a cambio de dinero y posición, pero tampoco iba a ponerse humanista y comenzar a dar opiniones sin absoluto conocimiento de causa "tendría que ver si en tal caso me pondría sentimental..."

C: Princesa... princesa ¿os encontráis bien?

U: Mi pequeña ave, vuelve a la tierra.

Z: ¿Eh? ¿Qué ocurre? -dice con los ojos muy abiertos en expresión de sorpresa-

U: Parece que mi pajarillo se ha sumido de nuevo en sus pensamientos y le cuesta regresar a la realidad.

Z: Pa... ¡para nada! He atendido a todos los detalles de vuestra boda...

C: -con media sonrisa y tono jocoso- Os preguntaba si queréis llevaros la toalla puesta o me la dais para llevármela.

Z: ¿Eh? No, no, me la dejo puesta.

C: Como deseéis princesa. Mi esposa y yo os deseamos que paséis una maravillosa velada junto a nuestra matriarca. Nosotras ya hemos tomado los elixires y estamos con mucha energía, así que descuidad, estaréis completamente solas y con todo secreto a salvo.

Z: Os debo toda mi gratitud. En el futuro no dudéis contar conmigo para cualquier cosa.

C: Lo tendremos en cuenta alteza. Buenas noches.

U: Sawotta capitanas. 

Urbosa cede el paso a Zelda para entrar en palacio y dirigirse directamente a las escaleras que llevan a sus aposentos. El palacio vaciado de guardias se sentía tan solitario que invitaba a realizar cualquier actividad en cualquier sitio.

U: ¿Y si nos bañamos en los canales de la azotea?

Z: ¡Esa es una gran idea!

U: Me iré adelantando pues, te veo muy maravillada admirando el casco del trueno.

A la princesa no le dió tiempo a explicar el porqué de su fijación por las joyas de topacio que dicho casco lleva incrustadas porque Urbosa la volvió a cargar en brazos, en esta ocasión, de frente, para una vez posicionadas las piernas de Zelda en torno a las caderas de su amor pseudo permitido, poder besarla con la pasión que llevaba horas conteniendo. La matriarca tomó su pierna derecha y su nalga izquierda para elevarla lo suficiente como para que su alteza lograse alcanzar rodear su cuello con su mano; lo que menos quería era que esa demostración de amor resultase físicamente incómoda debido a la gran diferencia de estatura, pues la supera por más de medio metro. La zona más privada de la menor hacía algo de fricción en el durísimo muslo de Urbosa mientras que sus pechos hacían rato que se habían fundido igual que sus labios, pero pronto lograron detener ese frenesí de excitación.

U: Subiré al canal de la azotea, necesito unos minutos de privacidad. Te espero allí, dejaré la escalera puesta para cuando vengas.

Z: Está bien, Urbosa, en un rato acudiré.

Con mucho cuidado y cariño, Urbosa deposita en el suelo a su pequeña ave, quien antes de voltearse para ascender a los canales acaricia una vez más ese suculento abdomen como siempre en sentido descendente, aunque en esta ocasión llegando a tocar también su recortado vello púbico deteniendo ahí el movimiento y dejándola marchar. Zelda no puede contener durante mucho más tiempo su deseo, pero le prometió a Urbosa unos instantes de privacidad y no romperá su palabra.

                           ***********

Habían transcurrido entre unas y otras distracciones más de quince minutos. Zelda en absoluto se estaba dedicando a contar el tiempo, ya que con solo ponerse a admirar un par de armas o figuras le pasarían las horas con mucha facilidad, mas en esta ocasión prefería mantenerse algo más atenta para no alargar en exceso su forzada demora. El camino hacia los canales donde se halla Urbosa se ubica subiendo primeramente a sus aposentos, y a continuación, a la parte trasera de los mismos donde seguramente encontraría la escalerilla para escalar ese trozo de pared que da al canal principal.

Ya habiéndose hecho a la cuenta de que había pasado un tiempo correcto, emprende su ascendente camino para satisfacer sus ganas de bañarse junto a Urbosa en plena noche con todas las vistas del desierto y la Ciudadela Gerudo a sus pies, y con solo imaginar esa estampa tan romántica en donde su mente por vías libres la materializa abrazada a quien ama, acelera el paso casi sin ser consciente de ello; era casi como una energía divina que le susurraba suave al oído algo como "no te distraigas más, te está esperando". Al llegar a la habitación privada de la matriarca, se desvía de su lineal camino solo unos segundos para acudir ansiosa a su cama, recuperar su diminuta toalla, quitarse la que llevaba puesta de Urbosa, dejarla en la cama y finalizar con un gesto siempre innato en ella... Oler las sábanas... "así huele una campeona, una matriarca, una gerudo... una mujer". Las asistentas de Urbosa cambian muy a menudo sus sábanas, pero la prodigiosa nariz de Zelda es capaz de aspirar hasta la última molécula aromática de lo que sea, cosa que hace muy sensible su sentido del olfato. Sus fosas nasales no le engañan, las sábanas podrán oler a todas las flores y especias que empleen las lavanderas en su trabajo, pero bajo ese denso camuflaje podía sentir el aroma de la elegida gerudo de esa misma mañana... "huelen a fuego, a canela, madera de sándalo"... Demasiados olores se cruzaban e interferían en el profundo análisis que la princesa deseaba extraer en unos segundos, era mejor posponerlo para el futuro "siempre podré venir a este lugar". Sin dejar pasar medio minuto más, ahora sí, va a la escalerilla de madera que ya veía apoyada en la pared, sin duda Urbosa estaría justo arriba ya esperándola dispuesta a recibirla... "me pregunto para qué querría un momento de privacidad... ¡a lo mejor me estaba preparando una sorpresa!". La curiosidad, ya casi en su punto cénit, le hace agarrarse rápida y sin cuidado a la escalerilla para empezar a subir los peldaños... Algo le detiene...

Sus ojos se abren como platos, no podía ni siquiera digerir con normalidad lo que estaba capturando en fugaces imágenes su cerebro. Ella estaba un poco más allá de la mitad de esas maderas que conformaban esa estrecha escalera, solo su cabeza se hallaba a la altura del canal. Le pasma lo que ve, lo analiza, le cosquillea el bajo abdomen, le sonroja, le fascina a la par que maravilla... le excita... Sí, en realidad y de forma fielmente realista solo estaba viendo de espaldas el cuerpo desnudo de Urbosa que de por sí ya le resultaba toda una exquisitez, más aún si estaba como ahora completamente empapada por las cristalinas y fluyentes aguas del canal, no obstante ese no era el caso...

La situación era algo difícil de entender para Zelda, quién aparte de no dar crédito, no comprendía por qué Urbosa se posicionaba con la espalda reclinada hacia delante a la par que ocupaba ambas manos en proporcionarse un placer que nadie más podía darle, sencillamente estaba fuera de su control. La imponente matriarca mostraba su lado más frágil mostrándose sintiendo semejante placer "para esto necesitaba un rato a solas" -se decía para sí-. Urbosa no perdía detalle en acariciar su pecho izquierdo y sus lubricados labios privados; habían pasado durante la tarde y la noche tantos momentos de verdadera excitación que antes de quedarse con la princesa a solas y propiciar una situación que a lo mejor no tendría por qué terciarse, prefería ella misma hacerse la faena y de paso relajar un poco tanta tensión acumulada de esa jornada. Expectante y tremendamente sonrojada y excitada, Zelda se reclina y acomoda sobre la escalera sin perder detalle de lo que estaba viendo... Pero no puede evitar llevar su mano izquierda a ese endurecido clítoris rociado de ese néctar que advierte deseo.

¿Y qué es de Urbosa? Bueno, ella ya hace rato que se apoyó erguida en la pared para continuar en la búsqueda de su deseado objetivo... Las diosas sabrán cuánto llevaría frotando sin cese y a tal velocidad esa zona que Zelda creía delicada y que siempre tocaba con suavidad por temor a lastimarla, pero se acababa de corroborar que no es así. Tal acabó siendo el punto de comezón de la más joven que en pleno cambio postural terminó por crujir la susodicha escalera, sorprendiendo a la mayor quien aún en prudente lejanía, oyó ese leve sonido en tan silenciosa y oscura noche tan solo iluminada por la fina luna menguante, interrumpiendo de inmediato el movimiento de sus dedos.

Z: Ho-hola... -esbozó una temblorosa princesa-

Bajando un poco su toalla en fallida intentona de ocultar su sonrosada sonrisa vertical producto de la excitación, Urbosa se acerca como si nada tendiendo su mano a Zelda, quien pensaba que ese crujido fue producido porque acababa de llegar.

U: Buenas noches, mi pequeña ave, te estaba esperando.

Z: Buenas noches Urbosa... Espero no haberme demorado demasiado tiempo.

U: En absoluto, has llegado en un momento perfecto. Deja que retire tu toalla, no querrás que se moje.

La realidad de Urbosa en estos instantes era demasiado complicada. Ella no desea insinuar nada a Zelda salvo que esta quiera, pero casualmente le quedaba poco para alcanzar esas deliciosas y relajantes contracciones que durante rato estaba provocando justo cuando oyó ese crujido... y lo malo de eso es que ahora sentía en toda su zona abdominal esa tensión tan rígida que hasta dolor le causaba... "esto no puede estar por encima de mí, debo controlarme..." -repetía hacia sus adentros-...

Z: Claro Urbosa, me la he anudado justo aquí...

La matriarca pese a su gran temple no podía evitar verse demasiado seria, quizás concentrándose muchísimo conseguiría reducir sus elevados niveles de líbido que su cuerpo soportaba con tanto estrés. Esto no extrañó a Zelda, quien a sabiendas de la realidad y aún con lo seria que en ocasiones era Urbosa, la obedeció con descaro y con ojos de juego volteándose y pegando su cuerpo al del ardiente de la gerudo, notando el fuego de su piel en la suave tez de su espalda. Sentir la poderosa presencia de la campeona detrás suya era embriagador y más aún estando ella tan excitada, cosa que le llevó a recordar su primera vez "por lo visto siempre terminamos coordinando nuestras apetencias". Urbosa resistía la tentación con todas sus fuerzas pero tener a Zelda de espaldas a ella rozando la parte alta de sus caderas contra su pubis no ayudaba a tranquilizar a su fiera interior... "¿por qué balanceará sus caderas contra mi cuerpo? ¿qué pretende?" eran las preguntas que allanaban su mente. Ni qué decir que ir desenvolviendo tan suculento busto a la tenue luz lunar hacía tarea insufrible arrestar sus manos, quienes criminales habían osado campar a sus anchas en real territorio invadiendo los senos y las caderas de Zelda, la princesa que nunca recibe con desagrado el tacto de tal mujer... Y más hallando siempre la fortuna y ventajas que su normotípica estatura le brindaba quedando aún de espaldas con su cabeza a la altura de los pechos gerudo que más ama, no titubeando a la hora de elevar sus brazos para con uno acariciar la mano de Urbosa quien a su vez ya manejaba su pecho derecho, y con el otro, tomar ella su particular revancha palpando con meticulosidad su musculatura pectoral sin intencionalidad de corresponder su mismo masaje. En tono jocoso, Urbosa le recrimina:

U: No me tentéis, princesa...

Z: Todo es producto de vuestra imaginación, matriarca -respondiendo en el mismo tono-.

Aún con todo ese aguante, la excitación de Zelda tampoco conocía fin, pues casi sin buscarlo, el seno de la matriarca se atinaba ya en sus labios, mas no lo probó... aún no…

Z: Te deseo...

De nuevo la ternura que le provocaba la inocencia de Zelda se hacía presente alterando su semblante y tornándolo a una sintonía tan cálida y suave como los rayos del sol que nutrieron a la flor que mandó adquirir a sus capitanas para presente de su alteza, quedando pues a merced suya, que sabía que por razones físicas no podía, pero que ansiaba unir sus cuerpos y besarla. Urbosa casi hipnotizada comenzó a retroceder hacia un bordillo del canal para sentarse e invitar a Zelda a hacerlo abierta de piernas sobre sí. Tuvieron un instante de contemplación mutuo en donde ambas féminas se vieron venir lo que en minutos ocurriría... Y no hicieron nada, solo dejarse llevar por lo que la naturaleza les mandó hacer...
La princesa no se anduvo por vías secundarias y mientras seguía mirando fijamente los ojos turquesa de la matriarca inició su planificado masaje a su seno, sosteniendo su pezón de oscurecida coloración en la flexión de sus dedos índice y pulgar haciendo a esta desatar un ronco gemido que ya traía excesivo tiempo retenido.

Z: Házmelo, Urbosa...

Experta en su cuerpo, la campeona gerudo ya sabía a qué referenciaba ese verbo imperativo... Zelda era una jovencita de gustos peculiares, tanto así que pese a los años de experiencia y las decenas de mujeres encamadas que llevaba a sus espaldas, Urbosa rara vez se había topado con una muchacha que gustase ser penetrada con sus dedos por la retaguardia, pero a su edad ya no hacía espantos a nada... En cuanto pronunció esas palabras, la acción ya estaba encaminada con su dedo corazón tomando la delantera y abriéndose camino por ese lugar tan exclusivamente suyo que se dirigía a las vías de la satisfacción. Ya en sus adentros y sintiendo la matriarca una estocada en su útero, se hacía ya obvio lo evidente y no le toma gran demora usar su otra mano como fórcep elevador para abrir un poco la nalga izquierda de Zelda y al tiempo ascenderla a algo más cercano que los cielos, sus labios. Oh, por las diosas creadoras de Hyrule, que derroche de pasión en tan básico acto, pues apenas humedecidos los labios con los rocíos de ambas se tomaron solo diez o doce segundos a sentirlos para sin pena dar bienvenida a las lenguas invasoras de cada bando y apretar todavía si cabe más sus bustos creando entre ambas casi vacío... Pero otra cosa que Urbosa no dejaba de profesar era ese profundo amor que sentía hacia Zelda, el hecho de querer fundir y soldar sus cuerpos como si de acero real se tratase era solamente una de las formas en las que corporalmente expresaba su silencioso "no quiero perderte nunca"; poco importan todas las posiciones en las que le haga el amor, pues para ella lo más necesario era sentir que está dentro de Zelda, y sentirlo físicamente ya era un paso requerido... Pero también desea sentir a su pequeña ave dentro de ella…

U: Mi pequeña...

Repentinamente, Zelda manda callar a Urbosa sin dejarle terminar su cariñoso y desgastado apodo que tan de buen grado recibe siempre para levantarse de encima suya posicionando en esos carnosos labios turquesa su dedo índice izquierdo mientras que de forma pareja le es extraído ese dedo que tras largo rato ya acampaba holgado en sus adentros... "ese dedo suyo huele demasiado a ella..." -pensaba Urbosa mientras otra estocada uterina le hacía contraerse-. 

Z: Ahora debes dejarme a mí.

Con la mirada perdida observa a una muchachita que no le aguanta el reto ocular porque ya tiene su propio destino marcado en sus pechos, pechos bien formados, pechos con sabor a canela, con piel tersa y tacto esponjoso, pechos de delicia con curvas ovaladas de tamaño apropiado para tan portentosa constitución, pechos que enmudecen la mente y la boca de la heredera al trono que no pierde segundos en absorber y saborear todas sus feromonas ahí alojadas al completo a la vez que, cómo no, acaricia ese abdomen de chocolate que ama más que cualquier otro lugar de su cuerpo. Sin dedicar sobrado tiempo a una acción que en el futuro podría convocar al retorno, mira a los ojos por última vez a Urbosa, quien sentada ya sabe cuál es el siguiente codiciado paso... "no aguanto más, es demasiado evidente" -dictaba la matriarca mientras que acomodando sus caderas, abre sus piernas-. Zelda con sus párpados relajados, como si de un suave incienso se tratase lo que está aspirando, vuelve a hacer gala de su sensibilidad olfativa mientras que esboza una sonrisa... La felicidad se apodera de sus fosas cada vez que regresa a ese lugar que lo define como "seguro". Con detenimiento detecta lo siguiente "dulce como miel, salado como agua vegetal, ácido como grosella, amargo como café...", no obstante eso eran sabores y no olores ya que la miel huele umami, el agua vegetal a musgo, la grosella dulce y para café, su piel. Significa esto que mientras desgranaba cada pizca y cada ápice decantador de su adorada joya, sus instintos ya habían emprendido en su deber de satisfacer a la impaciente matriarca, la que ya se retorcía al son del ritmo de su lengua. Urbosa se reclinaba poco a poco hacia atrás mordiendo sus labios con una fuerza que atendió mesurar si no quería acabar prontamente en la casa de la curandera sin poder explicar lo que le llevó a tales heridas, pero se justificaba algo extraño "¿qué está haciendo hoy tan especial? Nunca me lo hace así". La princesa había estado atendiendo muy bien hacía rato a la furtiva instrucción que había recibido de su mentora quien creyéndose sola se daba placer en los canales... Y dicha teoría fue muy bien aprendida por Zelda, que con su lengua supo emular a la perfección lo que por lo visto la gerudo se solía hacer. En esta ocasión no se anduvo con los típicos preámbulos y delicadezas suyas, sino que fue directa con todas sus ganas a succionar esa semilla que con tanta rabia se apretaba la matriarca en anteriores instantes de autosatisfacción, cabe destacar, con gran gozo. Por contra de lo que una mujer desea sentir en su cuerpo, Urbosa desea siempre la fuerza, ya sea causada por ella misma o por otras, aunque ella es consciente de que lo suyo es la excepción de la regla y por tal razón siempre mantiene el silencio para evitar especulación... Y aún con sospechas del cómo, cuándo y por qué, le place sentir esto de su pajarillo.

La zona de confort de Zelda esta lejos de esta durísima práctica, pero no le cuesta olvidarla para registrar esta nueva... Los roncos gemidos de Urbosa sonaban como truenos en medio del desierto, eran tan fuertes y decididos que comenzaba a inquietarle el hecho de ser oída por las ciudadanas gerudo aún contando con la protección de las capitanas, quienes ya estarían oyendo todo como en anteriores ocasiones. La matriarca agarraba con fuerza la piedra caliza en mezclum con barro y granito que conformaban los canales donde se hallaba con cada músculo en tensión para potenciar aún más en respiración sostenida la posición horizontal de su pelvis que tanta guerra estaba recibiendo de la boca de su pequeña ave de apenas dieciséis años, pero con mucha más gracia que muchas de mayor edad. La princesa no tardó en notar como Urbosa iba tomando una aceleración y tonalidad musical típica de un desenlace, esa deliciosa voz que emanaba de su garganta era todo lo que necesitaban para tener un auténtico día feliz... Ahora ya no eran tan exagerados como al principio desesperado, sino más internos, pausados y agudos sonando a algo entre sorpresa, relajación, expectación y deseos de dar un estoque final a una tortura... Simplemente maravilloso... Ni los mejores músicos del reino lograrían jamás tan bella armonía, principalmente porque el instrumento que la emite es solo de ella, y la artista poseedora, ahí mismo. Adivinando el momento exacto, Zelda se desquita de esa posición y firme toma por debajo el muslo de Urbosa que se ubica a su derecha para alzarlo cuanto le sea posible dejando completamente a la vista la entrada de su vagina chorreante de espeso jugo dispuesto a ser usado con la misma furia con la que usó su lengua centímetros más arriba, siendo imposible no ver cómo esta se halla dilatada y preparada para ser profanada. Imposible es quedarse con la miel en los labios, pues estando Zelda con los dedos disponibles para penetrarla se reserva diez segundos para hacerlo primero con su lengua y de paso, consumir unas gotas del valiosísimo tesoro de la gerudo para saciar su sed de hembra, y cual animal cruzar brevemente miradas con la matriarca para ofrendarle la imagen de su excitada mirada con su boca y mentón generosamente humectados. Glorioso momento arribado en que los dedos se abren camino en tan oscuras, húmedas y ardientes tierras ya conocidas y tan abiertas que sobra espacio para al menos tres unidades dactilares sin esfuerzo... No se hace de esperar la respuesta verbal por un lado desatando un pequeño alarido y físicamente aprisionando los dedos de la joven que sin susto y emulando la anterior situación, embiste sin ningún reparo a Urbosa duplicando su placer y haciéndola estallar en tan breve tiempo que le toma por sorpresa jadeando y abriendo cuanto puede y más su boca destrozando con sus manos el estucado del borde del canal donde se estaba agarrando. Quizás no lo esperase así, pero el resultado hace que la matriarca se deje deslizar hasta el inundado suelo del canal, quedando sus pelirrojos cabellos aún en el bordillo y Zelda de nuevo, sentada encima suya.

U: Oh, pajarillo...

En pleno silencio y la noche cayendo aún más oscura, se adivinan sus miradas objetivas cada una en la otra sintiendo Zelda más concretamente los latidos del corazón que lentamente ralentizaban su ritmo en el pecho de Urbosa, que se hallaba ya pausando sus agitados jadeos cerrando poco a poco sus ojos y expandiendo todo lo que podía su caja torácica absorbiendo la fresca brisa de Gerudo. Con su nuevamente recuperado aliento, emprenden en amarse de seguido sus cuerpos en renovada ocasión, pero con la mayor ahora al control de todo sin escatimar en derrochar sus pasiones irguiendo su busto y reclinando el de la princesa en pos de elaborar armoniosas danzas. Une sus pechos al abrillantado abdomen de Zelda que relucía por el agua que escurría de sus cabellos para en el instante, tomar su cintura con un brazo que le rodeaba todo su contorno y con otro le acariciaba por debajo de sus senos. Urbosa, teniendo estos al alcance de su boca, cede su saliva a la causa, presta sus labios, somete su lengua y ofrece su ser en el cometido sin reclamar más gratificación que la de oír los dóciles jadeos de su princesa, quien ya se hallaba enteramente tendida en el canal con la suave flotabilidad que le sustenta esa dulce agua, exponiendo su secreto a la única testigo visual allí presente que ya hacía rato que había mandado en expedición a su mano mensajera con la importante misión de dar placer a su alteza. Aunque el cielo estuviese lleno de bondades y bendiciones, no eran equiparables a lo que suponía ser abrazada por quien deseas a la par que te devora un pecho y te acaricia tu más sensible área... Más todavía si te lo hace en misionera postura pudiendo de esta forma rodear con las piernas tan prodigiosas caderas que no dudarían en embestirla con fuerza si otra fuese la circunstancia. Procediendo a sentarse de rodillas, la poderosa matriarca disgrega ágilmente sus funciones, dejando atrás las delicadas succiones y pasando a tan solo masajear ese redondeado, pequeño y rosado pecho, usando a su vez la otra mano para dar caza a ese punto que lleva por inicial la misma letra que grácil, como su pequeña ave. Sentir el apretado interior de Zelda le hace frenar la fuerza e ir con mayor lentitud, pues es consciente de que su tamaño no se limita solo a una gran estatura, sino que también le dió la naturaleza unas manos y dedos más grandes que unos promedio hylianos que con facilidad herirían a su princesa pudiendo generar rechazo en venideras ocasiones. Dos dedos bastan para llenar al completo la cavidad tan estrecha de Zelda, quien en ocasiones se siente vulnerable cuando es penetrada siempre reclamando precaución... "no te preocupes, siempre voy con cuidado. Sé interpretar las señales de tu cuerpo" era lo que la gerudo trataba de dejarle en claro a través de sus gestos y mirada. Acomodados los dedos en sus adentros y palpando ese punto que la dilata escasamente, Urbosa se propone pasar a la acción elevando y empotrando el cuerpo de su alteza contra la pared que tenía más cerca, por donde casualmente había un afluente descendente que caía justo encima de la que recibía placer y más besos...

Si fuese posible recibir más goce, seguramente estaríamos hablando de algo de fuera de este mundo porque con las aguas acariciando todo su cuerpo, Zelda exhalaba unos gemidos tan similares al desespero que Urbosa estaba por enloquecer y por supuesto, volviendo a excitarse casi con más potencia que antes de comenzar. La matriarca solía ser una excelente espectadora, pues antaño frecuentaba el club secreto de la ciudadela donde ciertas capitanas y demases ciudadanas se reunían con el único fin de ser observadas por otras mientras tenían largas sesiones de sexo sin ningún tipo de control, siendo que podía asegurarse que Urbosa ya había visto de todo, pero el show de su princesa era tan delicioso que aún con todas sus experiencias a sus espaldas se le imposibilitaba pausar el engranaje que la conducía a querer morder el cuello tan fino e inmaculado de Zelda con tal de oírla gritar... Aún así, la princesa no le retenía, pues parecía ser de su agrado ese toque de fiereza... "más fuerte" repetía en su mente creyendo que sería escuchada y obedecida. Urbosa, ya enloquecida y embriagada del sabor de su piel, se relame sus labios al mirar de cerca aquel pequeño pero desafiante y erecto clítoris que se había abierto paso más allá de sus protectores labios mayores, emergiendo cual simiente a través de ellos, no sin antes demostrar una vez más que ella sabe de sobra satisfacer a una mujer con una sola mano bien experimentada que, al tiempo, sabe penetrar ambos orificios y batir con fuerza un pulgar que bien podría extasiar y dejar fuera de juego a cualquier fémina; así que inmovilizando bien esa postura, aparta su prodigiosa mano y sin más que apuntar, come. Si fuese posible capturar el rostro de Zelda en una imagen en este preciso momento, en ella se vería a una muchacha a la que su cuerpo ha abandonado toda fuerza y toda resistencia, viendo en su mirada entrecerrada un obvísimo "no puedo más" o un "esto no parece conocer límite" o también un "Urbosa, dame mucho más"...

Esa mezcla de agotamiento, de alucinación y de deseo ilimitado eran difíciles de interpretar y mucho menos de conjugar, así que intuyendo, la matriarca se decanta por la última suposición y sin dignarse a preguntar con la mirada se lanza nuevamente a adentrarse en su contraído camino trasero, esta vez con su dedo pulgar, acción simultánea a una comida sin igual que deja el final evidentemente cercano en vista al contorsionado movimiento de la espalda de Zelda...

Gritos, espasmos, gemidos, sollozos y jadeos inundan el valle... La princesa ha mostrado todo lo más bello de una mujer, lo más hermoso para los ojos, los oídos, el olfato, el gusto y el tacto que toda descendiente de las habitantes de Lesbos admiran sobremanera igual que una artista a su musa, sin palabras dejaría a cualquier estrella dorada* que siempre haya gozado de los finales cantos femeninos... Obra de arte siempre se queda corto después de atender al orgasmo de una mujer.

Muy agotada, Zelda se deja caer casi a peso muerto sobre los firmes y dispuestos hombros de Urbosa quien ya atenta a la escena recibe en ellos los bajos muslos de su pequeña ave con gracia sin dejar que ningún extraño balanceo desequilibre su tembloroso cuerpecillo, que por el gesto, termina de convencer a la matriarca de que lo más favorable es recostarse en el aguado suelo apoyando su espalda alta en la pared evitando así la incomodidad de la princesa. En esa calculada caída improvisada Urbosa debe mantener el control de las posiciones que aún sin serle complicado propiciarían cualquier situación que aún en altísimo deseo, prefiere dejarlo a la elección de Zelda por ser aparentemente la más derrotada tras haber soportado tal magistral alarde de habilidades que una mujer puede darle a otra... "no puedo dejar de desearla... " un verso que como mantra se repetía más de ciento ocho veces en esa pequeña parte del cerebro que segrega la química de la adicción, pero... ¿en la cabeza de cuál de ellas pasaba ese pensamiento y se desataba esa reacción? Es más sencilla la respuesta que la pregunta, que a ambas ofendería tal duda ya que les resuena en sintonía a las dos en milimétrico mecanismo de amor mutuo. En el acuoso destino, sin percatarse, ambas comienzan frente a frente a jadear y ya respirarse sus aires por fruto de una caprichosa casualidad que ha querido que sus sexos se unieran en uno solo en choque de diversos espesores que ya comenzaban a entremezclarse dando como resultado un no tan novedoso flujo de dispares pero sintonizadas notas de cítricos y salados gustos que solo puede crearse con ellas. Sorprende que sea Zelda la que en este momento inicie la consiguiente acción basada en amar de nuevo el cuerpo no tan exhausto de Urbosa, guerrera curtida en mil batallas y llena de resistencia a cualquier cansancio que se dispone a atajar un acto que conoce bien sobradamente abriendo sus piernas y acatando una vez más la indirecta orden de su alteza introduciendo un dedo en su ya no tan cerrado camino que se halla en sus espaldas, propiciando su excitación una última vez en esta larga noche. Tanta fuerza empleada en esta pasada hora provoca que todo músculo del fortísimo cuerpo de la campeona Gerudo se vea absolutamente marcado y definido, siendo esto un espectáculo para esa princesa que los recorre uno a uno desde su mentón hasta sus muslos sin dejarse ninguno en su parte delantera por acariciar. Solo en contadas ocasiones la diferencia de estatura supone una dificultad a la hora de realizar estos encuentros siendo más bien una casualidad aprovechada, pero concretamente esta íntima posición suele ser un incordio si simultáneamente desean besarse o unir sus bustos; Urbosa con otra gerudo no tendría problemas, no obstante, sí con Zelda, pero pasadas experiencias le enseñaron a cómo hacerlo con una mujer pequeña tan solo modificando la parte en donde sus más bajos labios se unen para pasar a ejecutarlo del mismo modo con sus muslos, frotándose así contra los mismos quedando más compensadas, y ahora sí, besarse mientras poco a poco esperan unidas ese final donde juntas cantarán de nuevo. Urbosa da sus últimos empujones con la fuerza de un toro agarrando y marcando las nalgas redondeadas y respingonas de Zelda, haciendo así también terminar a la pequeña productora de dulces baladas mientras que como un cepo de caza, la atrapa en sus brazos... La pequeña ave y la campeona gerudo terminan pues fundidas en sus cuatro labios adivinando sobre sí, un tenue amanecer.

TRADUCCIÓN. 

*Estrella dorada: dícese de la mujer lesbiana auténticamente genuina que desde temprana edad ha tenido clara su orientación sexual y que además no ha tenido nunca ningún tipo de contacto físico ni interés por ningún hombre.

NOTAS DE LA AUTORA.

La vida siempre me ha dado casualidades que he sabido aprovechar. Por circunstancias personales hacía años que había abandonado la escritura dando por extinta mi habilidad, pues la última vez que escribí tenía una situación tan caótica en mi vida que decidí dejar todo esto de lado, incluso textos a medias y con un terror horrible a enfrentarme al papel en blanco, no obstante tuve la suerte de hallar un manga online hecho por un fan que maravilló tanto, tantísimo mis sentidos que tras decenas de veces visitado, tuve que hacer su versión escrita narrando exactamente lo que en las imágenes ocurre.

Nota: el manga solo muestra el acto sexual. El preludio, puesta en escena y detalles añadidos son exclusivamente producto mío para darle más cuerpo.

Este relato simboliza plenamente el renacer de algo que para mí estaba muerto. Una semana y noche sin dormir han merecido todo, y la segunda parte que ya está en el horno, aún más... ¡Gracias por leerme!

AGRADECIMIENTOS ESPECIALES. 


-Winton Kidd: autor original del manga, a quien eternamente agradeceré su tan bellísima obra que cuenta con todo mi respeto y aprecio. 

-Amparo Honrubia: mi madre, quien al contarle hace poco las razones por las que había abandonado la escritura, en gesto de indignación dijo: "con lo bien que se te daba y la cantidad de seguidores que tenías, es una verdadera lástima". Eso me hizo replantearme si mi pasión estaba tan muerta como yo creía. 

-Yessica Pérez: mi mujer, quien siempre creyó en mí y me animó cada noche con sus cariñosas palabras. 

-Lyk: quien me hizo un dibujo hiperrealista compartiendo Urbosa ilustración conmigo. No lo creerá, pero me hizo sentir por instantes tan cerca de la matriarca que necesité expresar esto en papel. Sentirla tan cerca me dio la sensación de que era compañera mía, que la conocía. 

-Noelia Romero: mi psicóloga, con la que llevo en terapia más de un año y que de forma indirecta hizo esto posible desatrancando años de basura mental, dándome cuenta de que había perdido el miedo al papel en blanco y que mis pensamientos fluyeran a través de mi pluma. También por siempre creer en mí y hacerme ver en mis peores momentos que el futuro siempre promete.

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(Todos los derechos de la imagen están reservados, y para poder adquirir la obra visual completa de Winton Kidd, se puede acceder a través de su cuenta de Twitter) 

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